Diferentes motivos y un mismo objetivo
Llegados de todo el mundo, la cita malagueña contó con historias de superación personal, lucha por enfermedades, curiosas reivindicaciones y excusas para la diversión y el ocio
A veces lo verdaderamente importante no es llegar el primero, sino llegar. Desde los rinconces más recónditos del mundo hasta la capital de la Costa del Sol se trasladaron ayer unas 5.000 personas, que buscaron su particular fuente de motivación para correr el Zurich Maratón Málaga y la prueba de media maratón. Entre ellos, muchos costasoleños, como Alberto Vallejo y Cristóbal Pastor, amigos que corrieron disfrazados de Goku y de Vegeta su primer maratón juntos. «Queríamos sentirnos superhéroes durante un día», bromearon. También en pareja, aunque sentimental y bajo el lema 'Where is the limit?', Ana Roja y Alejandro Ruiz repitieron la experiencia de 2017. «Se lo recomiendo a todo el mundo, es increíble como experiencia personal. Esto es una fiesta», dijo ella.
Aunque más serios, otros malagueños optaron por reivindicar una causa. Como el estudiante de Economía Pablo Lobato: «Ingresaron a mi primo pequeño hace un año, cuando le diagnosticaron un cáncer. Esto lo he hecho por él», explicó el joven, que vestía una camiseta por la lucha contra el cáncer infantil. El ejemplo continuó con Juan Jesús Lozano, de Casabermeja, que disputó su 35.ª carrera desde que hace 10 años le dijeran que no volvería a andar tras diagnosticarle una esclerosis múltiple. «La fuerza de voluntad la saco de que quiero tener una vida normal, tener mis hijos, mi familia… No puedo parar; si paro de correr, me muero o voy a la silla de ruedas rápido. La enfermedad es dura, pero echándole ganas es muy llevadera», explicaba con una amplia sonrisa. «Yo al principio me caía en el pasillo de casa y ahora estoy aquí», añadía.
Más allá de lo local, hubo dos historias que no pasaron inadvertidas. La primera de ellas, la del italiano de 69 años Antonio Grotto, que cumplía su maratón 900, a ritmo de una por semana desde hace 30 años. «Empecé para encontrarme a mí mismo; un viaje interior». En Pisa tendrá la próxima parada, donde coincidirá con el diplomático francés Silly Diallo, que ayer eligió Málaga para disputar su primer maratón descalzo en España. Una rutina que ha convertido en su modo de vida: «Todo el mundo debería correr así, como nuestros antepasados, que recorrieron el mundo descalzos. Esta es la manera natural de hacerlo; están equivocados los que dicen que los zapatos protegen», asegura el galo, que trabaja en embajadas y habla siete idiomas.
Lo que fue más habitual fue cruzarse con una silla de ruedas, como la de Juan Ignacio Echeverría. Procedente de San Sebastán, disputó ayer el segundo maratón de su vida, ambos en Málaga. Todo un ejemplo de superación: «Hay que guiarse por lo que uno puede hacer, no por lo que no puede hacer», sentenció. Una fuente de energía, como la de Abel Fernández, de Álava, que corrió su 68.º maratón, este vestido de Spiderman mientras empujaba un carro con un niño afectado por Ataxia Telangiectasia, una enfermedad rara contra la que lucha la asociación dedicada a esta causa y que promueve la patrocinadora de la prueba: Zurich. Ya fuera por dedicar un triunfo personal o tachar un deseo de la lista de imposibles, todos coincidieron al cruzar la meta con una sonrisa, el idioma universal.